RUTA DEL DIA:
Dublin – Athlone: 124 kms.
Athlone – Galway: 87,70 kms. TOTAL: 211,70 KMS.
Después de tres días conociendo la capital de la República de Irlanda, llegó el momento de explorar a fondo este país.
Para ello, fue preciso alquilar un coche, para los próximos cinco días. La compañía elegida esta vez fue Budget. Y el coste para esos cinco días fue de 141,30 €. El coche era un flamante Seat Mii. La oficina de Budget por suerte no se encuentra muy lejos de nuestro alojamiento, en el 151 de Lower Drumcondra Rd. El bus 33 o el 41 nos llevan allí en poco tiempo, tambien podíamos ir caminando unos 15 minutos.
Hay que advertir que tanto en Irlanda como en el Reino Unido, se conduce por la izquierda. Se podría pensar que el conducir por la izquierda es otro capricho de los británicos para llevar la contraria al resto del mundo y sentirse especiales. Sin embargo, la realidad es que fuimos los demás los que decidimos cambiar la forma de caminar por una senda o ruta.
En tiempos medievales, cuando una persona caminaba o trotaba a lomos de un caballo por los senderos, no se sentía del todo segura. Los asaltos y robos eran muy frecuentes y por eso prefería que la persona que viniera en sentido contrario pasara por el lado de la mano con la que empuñaba su espada. Teniendo en cuenta que casi el 90% de la población es diestra, es normal que caminaran por el lado izquierdo de la calzada.
Fue Napoleón, quien, cuando llegó al poder, decretó que había que circular por la derecha. Y en su expansión por Europa impuso esta norma según fue anexionando territorios, una forma de circular que se mantuvo una vez los perdió. Sin embargo, a Reino Unido nunca llegó por lo que allí no pudo imponer esta manera de conducir.
Posteriormente, cada potencia fue implantando su modelo de conducción a las colonias conquistadas. Sin embargo, algunos cambiaron el sentido de circulación según consiguieron la independencia, como Estados Unidos, siendo ésta una manera más de romper con el país que les había colonizado.
Ya al entrar en el coche, nos resultará extraño. Seguramente nos sentemos en el asiento del copiloto y comencemos a buscar donde está el volante. Por suerte la disposición de los pedales es la misma en un coche británico, que en uno europeo, pero la sensación de tenerlo todo al reves nos acompañará al menos durante los primeros momentos de nuestro viaje, al colocar el espejo retrovisor o al manejar la palanca de cambiós, que tendremos que realizar con la mano izquierda.
Ya en marcha, debemos ser conscientes de que encontraremos el tráfico “al revés”. Los vehículos en sentido contrario nos vendrán por la derecha, y las señales de tráfico por la izquierda. Al llegar a una glorieta (o a un cruce), miraremos a la derecha para vigilar los otros vehículos y la tomaremos en el sentido de las agujas del reloj.
Por último, al salir a autovía, tenemos que recordar que el carril lento es el de la izquierda, y que debemos que adelantar por la derecha. Por suerte, a los pocos minutos iremos notándonos más sueltos al volante y perdiendo la sensación de torpeza. Como consejos puedo decir que os fijeis en los coches que van delante, y ademas, el navegador te puede ayudar bastante, sobre todo a la hora de los giros y atravesar rotondas. Por lo demás precaución y, otra cosa, cuidado con las distancias y espacios por la izquierda del vehículo. Nosotros le dimos un golpe a nuestro retrovisor izquierdo, por no guardar la distancia de seguridad adecuada en ese lado. Menos mal que el daño lo cubre el seguro.
Pues bien, una vez recogido el coche, nos dirigimos al hotel para recoger el equipaje y nos pusimos en camino: «Irlanda nos espera». En este día íbamos a atravesar la isla de este a oeste, hasta llegar a Galway. Dejábamos el Mar de Irlanda y nos encaminábamos a la costa atlántica del país. Se trata de una distancia de unos 211 kms., desde Dublin a Galway.
Otro aspecto a tener en cuenta en Irlanda es el tema de las Autopistas de Peaje.En Irlanda hay dos tipos de peajes: los de barrera y el peaje de la M50 de Dublín, que es electrónico. Los peajes de barrera no tienen mayor misterio, llegas con el coche, te paras, pagas y te abren la barrera. Estos peajes suelen estar en algún tramo de las autopistas y el importe ronda los 2 €.
En cambio, en el peaje de la M50 de Dublín es distinto, totalmente automático y no te enteras de que estás pasando por un peaje.Hay varias formas de pagar este peaje, pero si vas a alquilar un coche en Dublín, por ejemplo, lo más fácil será pagarlo una vez que hayas pasado por él.
El peaje de la M50 se puede pagar en una estación de servicio, o en algunas tiendas, donde encontreis el logo Payzone, arriba indicado. También se puede pagar a través de la web: https://csc.eflow.ie/i-want-to/pay-a-toll/. El plazo para pagar el peaje de la M50 es hasta las 8 de la tarde del día siguiente y es muy importante que no se te pase, o te llegará una multa.
Hicimos una parada técnica, más o menos a mitad de camino en la bella localidad de Athlone. Situada en el condado de Roscommon, la ciudad data de antes del siglo XI. Históricamente es conocida por el Asedio de Athlone en 1690, con motivo del conflicto jacobita entre católicos y protestantes. En la actualidad tiene una población de unos 18.000 habitantes.
Situada a orillas del río Shannon, su monumento más representativo es su castillo, que tuvo gran relevancia en la batalla antes mencionada. Posee uno de los pocos puentes que hay para cruzar el río y, en la actualidad, puede ser visitado como museo.
Frente al castillo se encuentra la iglesia de San Pedro y San Pablo. Una iglesia católica construida entre 1932-1939.
A los pies del castillo nos llaman la atención las casas con fachadas de vivos colores. Algo, por otra parte, que vamos a ir viendo en todos los pueblos y ciudades de Irlanda, como queriendo dar un toque de color a un entorno tan gris, como el que genera el clima humedo del pais.
Como ya era hora de almorzar, aprovechamos la parada para comer en un bar de la plaza Market Square, que hay entre el castillo y la iglesia. Despues de la comida, cruzamos el puente sobre el río Shannon, para ver las vistas del castillo desde la otra orilla y no nos detuvimos mucho más tiempo en Athlone, pues teniamos que seguir la ruta hacia Galway.
Finalmente llegamos a Galway alrededor de la 15:30 h. En esta ciudad es donde íbamos a pernoctar durante esta noche. Nos alojamos en la residencia universitaria Corrib Village Campus Accomodation. Una habitación doble con baño compartido nos costó 50 €. También ofrecen un buen desayuno por 6 €.
Esta residencia está a unos dos kilómetros del centro de Galway, a donde nos dirigimos en cuanto dejamos el equipaje en nuestra habitación. Galway es una ciudad de casi 80.000 habitantes. Se trata de una ciudad juvenil y dinámica, sobretodo a causa de la existencia de dos universidades la National University of Ireland y la GMIT. Con más de ocho siglos desde su fundación, Galway, en gaélico Gaillimh (de gall y am, «río rocoso»), debe su nombre al lecho de piedras del Corrib, el río que la atraviesa. Aunque hay otras dos teorías acerca de su nombre: una provenciente de la cultura celta, según la cual Galvia, hija del rey celta Breasal, se ahogó cerca de una roca en el Corrib. La otra defiende que el nombre es una derivación del término latino Gallaeci tierra con la que los ancestros de Galway habrían tenido fluidas relaciones desde tiempos muy remotos.
La parte más turística de la ciudad se concentra en la zona peatonal que discurre entre la Eyre Square y el antiguo puerto de la ciudad. En concreto, en el entorno de la calle Shop Street, del siglo XVIII, y la calle mas viva y animada de la ciudad. La que concentra la mayor zona comercial y los mejores pubs de Galway.
Alrededor de esta calle se concentran los principales lugares de interés. En primer lugar, caminando desde Eyre Square, nos encontramos en el primer tramo de Shop Street, que se llama Williams St. un curioso monumento en el que vemos sentadas las estatuas de Oscar Wilde y el escritor estonio Eduard Vilde. Representa a ambos escritores sentados en un banco de granito, como si estuvieran en una animada conversación. Se trata de un regalo de la ciudad estonia de Tartu a la de Galway con motivo del ingreso de Estonia en la UE en el año 2004. Su autora es la estonia Tiiu Kirsipuu. En Tartu hay una réplica de la misma estatua.
Más adelante llegamos al llamado Latin Quartier, con sus casas de colores y un gran ambiente. Vemos mucha gente paseando, músicos callejeros y multitud de pubs y bares.
En un lateral de la calle se encuentra la iglesia protestante de St. Nicholas Collegiate, fundada en 1320, gracias a la célebre familia Lynch, en honor a Saint Nicolás de Myra, santo patrón de los marinos. Se cuenta que Cristobal Colón visitó esta iglesia en 1477.
Tambien encontramos por aqui el Lynch Castle. Situado en la confluencia de la Shop Street con la Abbeygate Street, podría pasar bastante desapercibido, aunque se trata de un notable ejemplo de una casa fortificada medieval. En la actualidad el edificio se encuentra ocupado por el banco AIB.
El castillo tiene cuatro plantas y su fachada se encuentra adornada con ventanas talladas, gárgolas, cornisas y molduras ornamentales. Fue construido por la poderosa familia Lynch en el siglo XIV y ampliado durante el siglo XVI. Los Lynch, de descendencia anglo normanda, fueron una de las poderosas catorce tribus que gobernaron Galway. El escudo de armas de la familia puede verse en la parte delantera del edificio, asi como los de Enrique VII y el de la familia Fitzgerald de Kildare.
Uno de los Lynch, fue alcalde de la ciudad. Se llamaba James Lynch Fitzstephen. Y era un hombre tan justo que en 1493 llegó a ordenar el ahorcamiento de su hijo por el asesinato de un marinero español.
Y es que hubo una estrecha relación de Galway con España, sobre todo entre los siglos XV y XVI. El comercio del vino, el cual era el centro de casi todas las transacciones comerciales en Galway; la pesca del salmón, disputada entre franceses, portugueses, ingleses y españoles, los cuales nos salimos con la nuestra cuando Felipe II accedió a pagar 1.000 libras por el derecho español a pescar, la lucha contra el protestantismo y la común aversión a Inglaterra propiciaron una gran cooperación.
De este periodo se conservan el Spanish Arch y el antiguo puerto. Al Arco Español es un resto de la muralla que iba desde la Martin’s Tower hasta la orilla izquierda del río Corrib, justo enfrente de Claddagh, la localidad que se encuentra en la otra orilla. Fue construida entre 1584-1588, con la misión de proteger los barcos atracados en los muelles de la ciudad que estaban situados junto al área que en su día fue lonja del pescado y ahora se conoce como Spanish Parade (desfile español).
La localidad antes mencionada es el origen del mítico Anillo de Claddagh, o Claddagh Ring. Este anillo fabricado y diseñado por primera vez en el siglo XVII, se entrega como símbolo de noviazgo, amor o como anillo de compromiso.
La leyenda cuenta que un hombre de Galway, llamado Richard Joyce, emigró a las Indias Orientales para trabajar con la esperanza de casarse con su amada a su regreso. Sin embargo, el barco fue capturado durante la travesía y Joyce, fue vendido como esclavo a un orfebre musulmán de Argelia, donde aprendió este oficio.
Cuando el rey Guillermo III subió al trono, solicitó a los musulmanes la liberación de todos los prisioneros británicos. En consecuencia, Richard Joyce quedó en libertad tras 14 años de cautiverio. El joyero había adquirido tal respeto por Richard que le ofreció la mitad de su fortuna y a su hija en matrimonio si se quedaba con él, pero renunció y volvió a su hogar para casarse con su amada.
Durante todo ese tiempo no olvidó a su novia, y diseñó un anillo como símbolo de su amor por ella. El Claddagh se caracteriza por la simbología que lleva implícita: dos manos que rodean un corazón, complementado con una corona es la expresión del amor verdadero o de la amistad eterna. El corazón simboliza el amor; las manos, la amistad; y la corona, la lealtad y la fidelidad. También se ha de destacar el lema del mismo: Let love and friendship reign (‘que reinen la amistad y el amor’).
Justo en la Shop Street, hay un museo dedicado a este bonito anillo.
Era hora de tomar un aperitivo de merienda, y justo frente al Spanish Arch, en el 8 de Quay Lane, encontramos un encantador salón de té, llamado Cupãn Tae, pero desgraciadamente, estaba ya cerrado cuando llegamos.
Así que regresamos a la Shop Street y entramos en otro local donde probamos el famoso Irish Coffee, o café irlandés. Yo, la verdad, no soy muy cafetero, más bien nada cafetero, pero había que probar en Irlanda un auténtico café irlandés, junto a la cerveza, una de las mñas famosas bebidas de Irlanda.
El origen del café irlandés se encuentra en el aeropuerto de Limerick, ciudad que visitaremos mañana, en 1942. En una temporada de mucho frío, los pasajeros que llegaban a la terminal del aeropuerto de Limerick, venían congelados y pidiendo una bebida calenttita y revitalizante. Y a un camarero de la cafetería del aeropuerto se le ocurrió crear esta bebida.
La receta del café irlandés es muy simple. Comienza con una taza bien caliente, tradicionalmente de vidrio. El café caliente se vierte en la taza junto con un golpe o tiro de whisky irlandés. Se echa más tarde uno o dos terrones de azúcar, se agita y se cubre la parte superior del café con crema o nata montada.
Pues bien, probamos el café irlandés, y para un no cafetero como yo, la verdad es que no estaba mal.
Después de la «Irish coffee experience» continuamos paseando por estas animadísimas calles, curioseando en sus tiendas y admirando las coloridas fachadas de sus casas.
Así vimos curiosas tiendas, como una dedicada a ropas para perros, otra deliciosa de chucherias, o una de muñecos de peluche, o una confitería con unos pasteles de una pinta deliciosa.
Pasamos también por la gran librería Charlie Byrne’s Bookshop, en la calle Middle Street, a la que se llega a través del pasaje de Buttermilk Lane. Un buen sitio para compras libros en inglés. Tambien hay que fijarse en los detalles como el del conejo con prismáticos del pub Tigh Neachtain.
Tambien pudimos admirar a los artistas callejeros o ver los preciosos tiestos de flores que recoran muchos de estos locales.
Paseando llegó la hora de la cena. Y para ello escogimos un Fish & Chips, de nombre Mc Donagh’s, donde degustamos un riquísimo pescado variado con patatas todo frito. Sobretodo nos sorprendió gratamente la raya frita.
Y tras la cena, al pub. Si por algo destaca la ciudad de Galway, es por su ambiente nocturno, siendo esto lo que más engancha al turista. El Latin Quarter alberga pubs que no son sólo interesantes por su buen ambiente, sino también por ser edificios típicos, arquitectónicamente interesantes y, en ocasiones, con música en vivo. Así se pueden destacar The Quays, situado en lo que antes era una iglesia, o el histórico The Kings Head.
Y así, tomando unas pintas y confraternizando con locales, terminamos el dia en esta ciudad que sobretodo nos sorprendió por su alegría y vitalidad.
Ya de regreso hasta la plaza Eyre Square, donde habíamos dejado nuestro coche, nos encontramos con una puerta de piedra rodeada por una valla de metacrilato, en medio de la plaza. Se trata de The Browne Doorway, la puerta de entrada de casa Browne, de 1627, que se traslado aquí en 1905. Es un ejemplo de la arquitectura de los años de opulencia de Galway, entre los siglos XVI y XVIII. En ella se aprecian los escudos de armas de dos familias unidas en matrimonio.