Día 17º: 16 Ago: Castres, Lautrec, Albí.

 

RUTA DEL DÍA:

Carcassone – Castres: 64,7 kms.

Castres – Lautrec: 15,2 kms.

Lautrec – Albí: 27 kms.   TOTAL: 107 KMS.

Después del discreto desayuno del Hotel Premiere Classe de Carcassone, aunque tampoco se podía esperar mucho más por 5 €, nos pusimos en camino una vez más, ahora en dirección a Albí.

Por el camino haremos dos paradas. Y la primera de ellas será Castres. Una ciudad a orillas del río Agout, que creció en torno a la abadía benedictina de San Benito, que se fundo hacia el año 647, sobre el emplazamiento de un antiguo fuerte o castrum romano. De ahí el nombre de la ciudad.

La ciudad se convirtió en parada habitual del Camino de Santiago francés, al conservarse en la iglesia de la abadía las reliquias de San Vicente.

Ya en los años 1530-60 la población se convirtió al protestantismo tras las guerras de religión.

El principal atractivo de Castres, son las casas pegadas junto al río entre los puentes Nuevo (Pont Neuf) y viejo (Pont Vieux). Estas antiguas casas de tejedores, curtidores y tintoreros conforman un escenario precioso, con los reflejos de las mismas en las calmadas aguas del río. Fueron construidas en el siglo XVII, cuando la insdustria textil alcanzó un gran auge en la ciudad. En los sótanos de las casas se procedía al remojo de las pieles y luego en la parte superior se procedía a su secado.

Encontramos un sitio para aparcar, cerca del Hôtel Jean Oulés, una bella mansión del siglo XVII, con el sobrio estilo Luis XIII, conbinando ladrillo y piedra. Los grandes soportales de la mansión tienen su explicación en el desarrollo de una importante actividad mercantil, llevada a cabo por el señor Oulés.

Hoy en dia esta casa se la conoce tambien como casa Nayrac, en honor a uno de los dueños posteriores de la misma.

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Junto a esta mansión se encuentra una tienda llamada La Maison du Safran du Terroir Tarnais. Esta tienda está dedicada a la venta del azafrán y productos relacionados. El departamento del Tarn, donde se ubica esta población es un importante lugar para el cultivo del azafrán y de ahí la razón de esta tienda.

No dejamos pasar la ocasión de comprar unos bulbos de la planta del azafrán, que echa una preciosa florecilla violeta, llamada crocus, con tres pistilos que conforman la apreciada especia.

A poca distancia de aquí, se llega a la Place de Jean Jaurés,  un celebre político socialista francés, nacido en Castres. Se trata de una gran plaza rectangular donde se situa un mercadillo alimentario y gastronómico, que organiza todos los martes, jueves, viernes y sábados.

Esta plaza llega hasta el Muelle o Quai des Jacobins, desde donde se aprecian las mejores vistas de las casas pegadas al rio Agoult, que comenté anteriormente.

Continuando por el Quai des Jacobins hacia la Rue de la Liberatión, llegamos al Ayuntamiento de la ciudad, que se erige sobre los restos de la antigua abadía benedictina, y que antes de ayuntamiento fue el Palacio Episcopal. Del edificio destaca su gran torre romanica. El Palacio Episcopal fue diseñado por el arquitecto de Luis XIV, Jules Hardouin-Mansart.

Al lado de la torre se encuentra el Museo de Goya. Alberga la segunda mejor colección de arte hispánico de Francia, despues de la del Louvre de París, con pinturas aparte de las de Goya, de Velazquez, Murillo, Picasso entre otros.

Frente al museo, está la Catedral de Saint Benoit. Anterior sede del obispado de Castres, posteriormente trasladado a Albi. La primera catedral fue construida en el siglo XIV, cuando se creó la diócesis en 1317. Esta iglesia se destruyó durante las guerras de religión. Ya entre los siglos XVII y XVIII se reemplazó por la actual, en estilo barroco.

Y tras el Museo de Goya se encuentra un bonito jardin frances en la Place de la Republique, y también el Theatre Municipal de Castres. con su bella fachada rococó.

Y con esto, terminamos nuestra corta pero interesante visita a la ciudad de Castres regresando por las calles que acabábamos de recorrer.

Continuamos la ruta del día y nos detenemos en Lautrec, considerado como uno de los pueblos más bellos de Francia y sitio de notable gusto. Se encuentra a solo unos quince kilometros de Castres, en dirección a Albi. En el corazón del conocido Pays de la Cocagne, es una bellisima poblacion medieval cuna de la familia del celebre pintor y cartelista francés Henri de Toulouse-Lautrec.

El punto principal es la Place Centrale del siglo XV, con sus bellos soportales de madera. En esta plaza encontramos tiendas de artesania, donde entre otras cosas se ofrece el principal producto local. Y es que Lautrec el internacionalmente conocida por la producción del famoso ajo rosa.

Tan importante es este producto agrícola para Lautrec, que se celebra un fiesta dedicada al ajo rosa el primer viernes del mes de agosto de cada año.

Era hora de comer, y buscamos un lugar para ello. Vimos algún restaurante, como el Rincon de Adele, que declinamos por tener una carta un poco cara. Y encontramos un lugar, llamado la Ferme au Village, que ofrecía un menú único basado en el ajo rosa. El mismo ofrecía una sopa de ajo de primer plato, el segundo a elegir entre una tortilla de verduras o un surtido de carnes de la región y una mousse de mandarian de postre.

Sin demasiado entusiasmo, al principio, sobre todo por la sopa de ajo, nos decantamos por este lugar, al no encontrar otro sitio mejor en esta pequeña localidad. Pero la verdad es que la comida resultó deliciosa. La sopa de ajo rosa de Lautrec tenía un sabor exquisito. Tanto que buscamos por internet la forma de elaboración y hemos repetido la misma aquí en nuestra casa. Las carnes tambien muy ricas y el postre delicioso.

Asi que a veces, en los viajes esperarlo, encuentras sitios especiales donde descubres un rincon que te permite disfrutar de una fabulosa muestra de la gastronomía local, especial y a solo 18 € el menú.

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La Ferme au Village, es también una tienda dedicada a productos de color azul pastel, con un taller que te muestra la elaboración de este color a través de la extracción de un mineral llamado índigo, de donde se extrae el tinte natural azul índigo.

Una vez terminado el almuerzo, dimos un buen paseo por Lautrec. Y pudimos comprobar las razones por las que ha sido declarado uno de los pueblos más bellos de Francia, «Les Plus Beaux Villages de France» . Vemos un cuidado entramado de calles medievales, con fachadas de ladrillos y traviesas de madera.

Nos encontramos en el paseo la Colegiata de Saint Rémy, construida en 1394, siendo uno de los edificios más antiguos de la ciudad. Sorprende sus grandes dimensiones, en una localidad tan pequeña.

De su interior cabe destacar el altar mayor de marmol de Caunes-Minervois y las pinturas en trampantojo, así como interesantes piezas de mobiliario como el dosel de 13 metros de madera dorada, atril o la Virgen de Montlausin.

Continuando por la Rue de l’Eglise, llegamos al final del pueblo marcado por la Puerta de la Caussade, la unica que queda en pie de las ocho fortificadas que tenia la localidad medieval.

Cruzando esta puerta llegamos a la carretera en donde habíamos aparcado el coche, en la Rue de la Caussade, a las afueras del pueblo, pues su interior es totalmente peatonal. Desde aqui podemos ver unas bellas vistas de los campos que rodean Lautrec.

Dejamos ya Lautrec, y seguimos hasta la última ciudad que visitaremos en este largo e intenso viaje. Se trata de Albi, localidad a orillas del río Tarn, caracterizada por el uso de los ladrillos rojos obtenidos de la arcilla sacada de este río para su arquitectura local, visible en casi todos los edificios de la ciudad.

Nuestra última noche la pasaremos en el Hotel Brasserie du Parc, situado junto al Parc Rochegude, el parque más importante de la ciudad de Albi. Un buen hotel, en el que la habitación nos costó 50,94 €, más 7 € por persona, si queremos desayunar en la Brasserie que tienen en la planta baja del edificio.

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Para aparcar, en hotel nos recomendaron el párking vigilado del moderno teatro y edificio de congresos Scène Nationale d’Albi, en el que dejar el coche por un día cuesta 5 €. Despues de dejar el coche, nos dirigimos al cercano centro historico de Albi para conocer la ciudad.

Sinceramente, tenemos que decir que Albi, nos dejó sin palabras. No podiamos imaginar que esta ciudad, para nosotros prácticamente desconocida fuera tan hermosa.

Los origenes de Albi, se remontan a epoca romana con la fundación de la ciudad de Albiga. Entre los siglos XII y XIII, se desarrolla la secta herética de los albigenses, que toman el nombre de esta ciudad, y que también se les conoce como los cátaros. De ellos ya hablé en el dia de Carcassone, hace dos capitulos de este blog. La cruzada albigense decretada por el papa Inocencio III en 1209, fue dirigida contra esta gente.

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Los dos monumentos más importantes de Albi son la Catedral de Sainte Cecilie y el Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal, que hoy alberga el Museo de Toulouse-Lautrec. Estos dos edificios conforman lo que fue la Ciudad Episcopal de Albi. Para mañana dejaremos la visita interior de ambos.

Al finalizar la cruzada albigense, el poder del obispo se vio reforzado por la eliminación política de la familia Trencavel. Asi el obispo Durand de Beaucaire, en el siglo XIII comenzó la construcción de este palacio. Berbie viene del vocablo occitano bisbia que significa obispo. El palacio incluía una casa noble, la vivienda del obispo, una sala de recepcion, torre de vigilancia y la prision del tribunal eclesiástico. El sucesor de Durand, Bernard de Combret, amplió los edificios y los rodeó de murallas.

A partir de 1276, se convirtió en fortaleza y más adelante en la sede del Tribunal de la Inquisición, encargada de combatir cualquier rastro de heregía cátara.

En este día lo que hicimos es visitar los maravillosos Jardines del Palacio de la Berbie. Se trata de unos jardines medievales estilo francés, que recuerdan mucho a los que podemos encontrar en los castillos del Valle del Loira (ver blog del Verano de 2010).

Se encuentran a modo de balcón sobre el rió Tarn, obteniendose unas fabulosas vistas del propio río y la otra orilla. Fue a petición del obispo Hyacintte Serroni, en el siglo XVII, el convertir la antigua plaza de armas del palacio en este delicado jardín francés.

Los jardines muestran el aspecto de los jardines clasicos de la época: arabescos dibujados sobre un lecho de grava blanca acompañados en verano por una buena y cuidadosa germinación de las plantas.

El antiguo foso que habia sobre el río se transformó en una galeria desde la que se pueden ver bellas panorámicas sobre el río Tarn, donde podemos ver los antiguos molinos y el Pont-Vieux, que permite cruzar hacia el barrio de la Madeleine, que vemos enfrente.

Subimos la rampa por la que bajamos a ver estos jardines, y nos encaminamos hacia la Catedral de Sainte Cecilie. Esta impresionante mole de ladrillos rojos, el mayor edificio de ladrillos jamás construido, sorprende por su aspecto exterior fortificado y por su exhuberante decoración interior.

Esta catedral fortaleza se construyó entre 1282 y 1480. Es un auténtico castillo, utilizado como arma disuasoria en el sistema defensivo de la ciudad.  Se considera un autentica joya del gótico meridional.

En el exterior el edificio se enriqueció con la construccion de la Puerta Dominica de Florence en 1392. A esta puerta se le añadió entre 1515 y 1540 el baldaquín que produce un gran constraste con el resto del edificio con su fina decoración gótica florida.

La torre campanario de 78 metros de altura se terminó en 1492, poco despues de la consagración de la catedral que tuvo lugar en el 1480.

El exterior impone por su monumentalidad. Pero el interior, que produce una total ruptura con la austeridad exterior, deja anonadado por la increible decoración de todos sus muros, capillas y altares. Se cree que fueron artistas flamencos desconocidos los que realizaron la gigantesca pintura mural sobre el Juicio Final, entre los años 1475-1480.

Como ya quedaba poco tiempo para el cierre de la catedral, dejamos para mañana la visita más completa de la misma, aunque la primera impresión fue brutal.

Continuamos paseando por la ciudad y asi encontramos escondido entre callejuelas, el precioso Claustro de Saint Salvi. Sobre los restos del antiguo claustro, construido en 1270, se ha creado un bellísimo jardín público lleno de flores, verduras y plantas aromáticas.

Bueno, pues paseando por este preciosa ciudad, llegó el anochecer y con ello la hora de cenar. Elegimos una terraza en la misma Place de Sainte-Cecilie, con preciosas vistas hacia la catedral y junto a una fuente pilón, que es un ejemplo del origen romano de la ciudad.

Para la cena elelgimos una curiosa pizza occitana de cítricos y una completa ensalada con queso de bufala.

La verdad es que no habia forma mas bonita de despedir el dia. Era la última noche de nuestro viaje por la Provenza y el Languedoc.

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