RUTA DEL DÍA:
Uzès – Avignon: 39,4 kms.
Avignon – Abadía de Senanque: 50,3 kms.
Abadía de Senanque – Gordes: 4,9 kms.
Gordes – Roussillon: 18,3 kms.
Roussillon – Sault: 31,9 kms. TOTAL: 144,8 KMS.
Al despertarnos pudimos comprobar mejor ya de día lo bien que estaba el Hotel Best Western Uzés-Pont du Gard, con unos bellos jardines y la piscina, junto a la cual se servía el completísimo desayuno buffet.
Después del opulento desayuno nos encaminamos hasta Uzès, para conocer los principales atractivos turísticos de esta localidad.
Los orígenes de Uzès están en un establecimiento romano junto al río Eure, allá por el año 50 a.C., que se llamaba Ucetia. En la Edad Media fue sede de un condado y un obispado. Y en 1229 su fidelidad al rey les hizo acreedores de más privilegios. Ya en 1632 los señores de Uzès se convierten en una familia poderosa del reino al recibir los bienes del ejecutado el duque de Montmorency. A raíz de la Revolución Francesa fueron perdiendo poder, pero aun en la actualidad, sus descendientes siguen manteniendo la propiedad del Castillo de la villa.
Esta ciudad de bella traza medieval tiene como monumentos más destacados la Catedral de Saint Theodorit y el Castillo Ducal.
Lo primero que visitamos fue la Catedral de Saint Theodorit. Esta catedral fue saqueada durante la Revlución Francesa, siendo reconstruida a mediados del siglo XVII. En el interior, destacan las galerías de hierro forjado que recorren el primer piso, así como los excepcionales órganos con postigos decorados de estilo Luis XIV, así como la capilla de la patrona de la villa. La fachada exterior de estilo neo-románico es del siglo XIX.
El elemento más destacado de la catedral es su torre campanario llamada Torre Fenestrelle, que además es el monumento más emblemático de Uzès. Esta torre el lo único que queda de la antigua iglesia medieval, datando del siglo XII aunque reconstruida en gran parte en el siglo XVII. Es una torre única en Francia con su forma circular y su gran numero de ventanas, lo que recuerda a la Torre de Pisa. Tiene en la actualidad 42 metros de altura, aunque en su origen tenía dos plantas más.
A continuación visitamos el Palacio Ducal o Le Duché. Es uno de los conjuntos medievales mejor conservados. Construido durante diversas épocas, la parte más antigua es la Torre Bermonde, del siglo XI. La capilla con su techo de tejas de cerámica coloreada es gótica del siglo XV. De época renacentista es la fachada, y además tiene otros añadidos ya del siglo XIX.
En el bello patio de armas interior se pueden ver los diferentes estilos que conforman la estructura del palacio.
Es posible, y recomendable, visitar el interior del Palacio donde podemos ver varios salones y descubrir la historia de la familia De Crussol d’Uzès, propietaria del castillo, y el mobiliario de la época. El precio de la entrada 10 €.
El Duque actual, Jacques de Crussol de Uzès, aunque vive habitualmente en Suiza, suele visitar a menudo su palacio. Es el 17º Duque de Uzès.
Un miembro relevante de esta familia, fue la Duquesa Anne de Rochechouart
de Mortemart, que fue la primera mujer que obtuvo el carnet de conducir en Francia, y también la primera que recibió una multa de tráfico en 1889. Esta mujer era descendiente de Veuve Clicquot, los de la famosa marca de Champán francés.
La parte mñas valiosa de esta visita, es la capilla medieval, edificada en estilo gótico en el siglo XV. Destacan sus frescos y las vidrieras originales.
Finalmente se pueden visitar las bodegas, recientemente restauradas, lo que nos permite comprender la importancia del vino en está familia. Uno de los vinos del país se llama Domaine Duche D’Uzès.
Una vez visitado el interesante Palacio Ducal, dimos un paseo por las callejuelas medievales que rodean al mismo. Así en la plaza del castillo, Place du Duché, se encuentra el Ayuntamiento de Uzès, La Mairie. Un bonito edificio neoclásico, que completa esta bella y coqueta plaza.
Tienen mucho encanto estas calles. Nos encontramos unas animadas calles comerciales con todas las tiendas que sacan sus productos a la calle, tipo mercadillos.
Dejamos ya la bonita villa ducal de Uzès y nos dirigimos hacia la villa papal de Avignon. Se encuentra a unos 40 kms de Uzès con lo que llegamos en poco más de media hora.
Avignon es una ciudad de unos 93.000 habitantes.Fue fundada por fenicios de Marsella en el siglo VI a.C. En el siglo IV de nuestra era se establece la Diócesis de Avignon, que alcanzó enorme protagonismo en la etapa del Papado de Avignon (1309 – 1377) época en la que hasta siete papas tuvieron su residencia en esta ciudad, para evitar la inseguridad de Roma en ese periodo.
Este Papado de Avignon desembocó en el Gran Cisma de Occidente (1378 – 1417) etapa en la que se produjo una división en la Iglesia católica, cuando dos obispos, y a partir de 1410 incluso tres, se disputaron la autoridad pontificia.
Avignon, con tanta historia, tiene un impresionante patrimonio monumental siendo su centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Este conjunto monumental lo conforman cinco lugares: el Palacio Papal, la catedral de Notre-Dame-des-Doms, el Puente de Avignon, el Petit Palais y las murallas.
De todo ello, nosotros visitamos el Palacio Papal o Palais del Papes. Dejamos el coche en el parking vigilado que hay junto a Palacio Papal, que es el mejor sitio.
Directamente desde el parking, se accede a la monumental Place du Palais, donde se encuentra el imponente palacio y junto al mismo la Iglesia de Notre Dame des Doms de Avignon, cuyos orígenes se remontan al siglo XII, aunque ha sido muchas veces reconstruida, con lo que de la original iglesia románica, apenas queda su estructura. En su interior se encuentra el mausoleo gótico del papa Juan XXII, del siglo XIV.
Por su parte, el Palais des Papes, fue la residencia de los siete papas católicos durante el Papado de Avignon, y después, durante el Cisma de Occidente, de dos «antipapas» más.
Es uno de los palacios góticos más grandes del mundo, simbolizando el esplendor de la Iglesia Católica en Occidente durante el siglo XIV. Construido a partir de 1335 en menos de veinte años, es principalmente la obra de dos Papas constructores, Benedicto XII y su sucesor Clemente VI.
En realidad el palacio lo conforma a unión, a su vez, de dos palacios: El Palais Vieux construido por orden de Benedicto XII sobre los restos del antiguo palacio episcopal hacia 1334 y el Palais Neuf, una ampliación durante el papado de Clemente VI y sus sucesores.
En el gran Patio de Honor del palacio es también, habitualmente, sede del Festival Internacional de Teatro de Avignon, que se celebra todos los años durante el mes de julio. Precisamente por ello, continuaban instaladas en el mismo las gradas para asistir a los espectáculos, en el momento de nuestra visita.
El precio de la entrada es de 12 € y con ella te dan un magnifico audioguía en una tablet, con realidad virtual, donde a parte de escuchar las explicaciones sobre el monumento, podemos ver moviendo la tablet por las salas una esplendida recreación de como estaría el palacio en el siglo XVI.
En esta interesantísima visita, se pueden visitar 25 salas. Podemos destacar entre todas: la sala de la Grande Audience, que podía albergar reuniones de hasta 700 personas.
El Gran Tinel donde se celebraban los cónclaves, un gran refectorio donde se celebraban los banquetes de los días de fiesta, como la nominación de papas o la elección de cardenales.
La sala del Consistorio donde hay una gran exposición de maquetas y objetos relativos a la historia del edificio.
También se visitan las enormes cocinas del palacio, donde a través de las imagenes de la tablet podemos ver como se preparaban los caterings de los distintos banquetes papales.
También podemos ver las cámaras del tesoro, donde guardaban el dinero y joyas que se recaudaban. Aquí solo tenían acceso el Camarero del Papa y el propio Papa, y dado el temor a los robos, muy frecuentes en esta época, en la sala existían huecos secretos donde guardar las sacas con el dinero.
También se nos explica como se organizaban los cónclaves y las reuniones conciliares, donde se elegían a los papas o decidían sobre temas dogmáticos y de disciplina.
Del mismo modo, descubrimos los apartamentos papales y los impresionantes y decoraciones realizados por el artista italiano Matteo Giovannetti, del siglo XIV.
Especialmente destacados son los frescos de este artista que decoran las capillas de San Marcial y San Juan.
Junto a las distintas salas, atravesamos los diversos patios y enormes pasillos que nos dan una idea de la monumentalidad del edificio y sobre todo, de la enorme importancia que tuvo que adquirir esta ciudad en el siglo XIV, cuando llegó a convertirse en la capital espiritual del orbe católico, en sustitución del Vaticano de Roma.
Además podemos subir hasta la cubierta superior, llegando a las terrazas, desde donde se pueden ver bellas vistas de la ciudad y el río Ródano, con el Puente de Saint Benezet.
En las terrazas hay también una pequeña cafetería, con aire acondicionado, lo cual nos vino muy bien para descansar y tomar un refrigerio, pues el calor a esas horas era muy importante.
Por ultimo visitamos la iglesia del Palacio Papal, donde sueles realizarse exposiciones temporales. La que había en este día era una de fotografía, bastante fea, la verdad. Así que pasamos rápidamente por aquí.
Después de una visita de casi dos horas, dejamos el Palais des Papes, regresando a la Place du Palais. La belleza de esta plaza se complementa con otros dos destacados edificios.
Uno de ellos es el Hôtel des Monnaies, un edificio con una bellísima fachada renacentista, construido en 1619. El edificio fue encargado por el cardenal Scipion Borghese, legado del papa Pablo V. Su primera función fue la de Casa de la Moneda. Posteriormente fue un Cuartel de Caballería, y tras la Revolución Francesa sede de la Gendarmería hasta 1840. Desde 1860 alberga el Conservatorio de Música.
El otro edificio es el Petit Palais de Avignon, situado al norte del conjunto de la Catedral y el Palacio Papal. Fue construido por el cardenal Bérenger Fredoli entre 1318 y 1320, siendo residencia de diferentes cardenales y obispos durante las décadas siguientes. Durante el Cisma de Occidente fue utilizado como fortaleza, motivo por el que sufrió numerosos daños en diferentes asedios. En la actualidad alberga un Museo de pintura y escultura de arte medieval.
Finalmente, a pocos pasos tras este edificio, se llega hasta el Puente de Saint Benezet, O más conocido como el Puente de Avignon. Un puente que completa este fabuloso conjunto histórico y que en la actualidad es inútil al terminarse a mitad del río. Fue inicialmente de madera y más tarde de piedra, pero tras sucesivos derrumbes y reconstrucciones, que redujeron sus arcadas de 22 a 4, fue abandonado en 1660.
El puente recibe su nombre del niño pastor Bénézet quien, según la leyenda, recibió de Dios el encargo de construir el puente y transportó una piedra gigante hasta el río como prueba de su poder.
Bueno, pues dejamos ya Avignon y comenzamos a adentrarnos, de verdad, en la Ruta de la Provenza, en busca de los campos de lavanda. La primera parada es la mítica Abadía de Sènanque. Esta es una abadía cisterciense, situada cerca de la localidad de Gordes, a 50 kms de Avignon. La abadía se encuentra en un precioso entorno, imbuido de la esencia de la Provenza y sus campos, bastante apartado de la civilización y solo accesible a través de estrechas carreteras.
Fue fundada en 1148 por los citados monjes cistercienses. Conoce su máximo esplendor entre los siglos VIII y XIV, llegando en poseer cuatro molinos, siete granjas y numerosas tierras en la Provenza. En 1544 el monasterio es destruido durante las guerras de religión. Y no es hasta 1854, cuando el lugar fue comprado por una nueva comunidad de monjes cistercienses de la Inmaculada Concepción, provenientes de la Abadía de Lerins, en la Isla de Saint Honorat, frente a la costa de Cannes.
Estos monjes fueron expulsados de aquí entre 1904 y 1926. Y ya no es hasta 1988, cuando el renacimiento de las vocaciones en la Abadía de Lerins hace que regrese a Sènanque, una pequeña comunidad.
La Abadía de Sènanque es visitable de lunes a sábado de 9:30 a 11:00 y de 13:00 a 17:00, y los domingos sólo de 13:00 a 17:00. El precio de la entrada es de 7,50 €, y con el mismo te suministran una audioguía interactiva, como la del Palacio Papal de Avignon, solo que esta no tiene audio, solo texto y las imágenes de realidad virtual. Supongo que esto tendrá que ver con el voto de silencio de esta orden religiosa.
La iglesia, muy austera, al estilo cisterciense, tiene planta de cruz de tau (forma de T) con el ábside sobresaliendo más allá de las paredes exteriores.
De los elementos mas interesantes de la abadía destaca el claustro, con un precioso diseño románico, que sirve de comunicación de los distintos espacios del monasterio.
A través del mismo se llega a la Sala Capitular, con sus seis bóvedas de cruz ojivales, lo que le dan una gran acústica al espacio. Era la única estancia en la que se permitía hablar.
Aquí el abad se situaba en el centro, y en las gradas alrededor de la pared, los monjes del monasterio.
La vida de un monasterio cisterciense estaba marcada por la austeridad. De tal modo, la orden cisterciense promueve el ascetismo, el rigor litúrgico dando importancia al trabajo manual, cultivando la tierra de sus monasterios. Fue el beato Bernardo de Claraval (1090-1153), quien con su personalidad y excepcional carisma logró que la Orden del Cister se convirtiera en la más influyente del siglo XII.
Así la única parte del monasterio donde se permitía tener calefacción era el scriptorium, donde se copiaban manuscritos religiosos, para cuya conservación era imprescindible evitar la humedad.
Desde aquí se podía acceder al refectorio y las celdas comunes donde los monjes descansaban. Todo esto está muy bien explicado en la tablet audioguía suministrada, con lo que podemos entender perfectamente como era la vida en un monasterio cisterciense. Sin duda una visita muy interesante.
Alrededor de la Abadía de Sènanque podemos ver, y oler, los primeros campos de lavanda de la Provenza. Serían ya las 17:30 cuando dejamos esta preciosa abadía. El opíparo desayuno que tomamos por la mañana había hecho innecesario el pensar en el almuerzo, aunque ya a estas horas de la tarde empezaba a hacerse necesario tomar algo.
Para ello, nos dirigimos hasta la cercana localidad de Gordes. Una pizza fue la vianda escogida para nuestro almuerzo-merienda del día.
Tras el citado almuerzo-merienda, dimos un paseo por esta muy bonita localidad. Gordes es considerado como uno de los pueblos más bonitos de Francia. Un pueblo medieval colgado en una colina entre valles y montañas, lo que hace del mismo un lugar idílico.
Esta región de la Provenza ha sido durante mucho tiempo una tierra de fronteras, siendo escenario de numerosos conflictos bélicos, ya desde los romanos, pasando por los normandos y los sarracenos y diversos reinos feudales. Por este motivo, y todo ello unido a la abrupta orografía de la zona ha propiciado el crecimiento de localidades colgadas de las montañas en lugares estratégicos, aldeas colgantes y enclaves defensivos amurallados.
Y uno de estos enclaves es Gordes. Un bonito pueblo de callejas medievales laberínticas que se asoman al precipicio. El monumento más representativo es el Castillo del Gordes, le Chateau, que domina la ciudad desde el año 1000, aunque su aspecto actual data del 1541, siendo reconstruido por el noble local Bertrand Rambaud Simiane, a semejanza del Castillo de Chambord de Francisco I.
El castillo tiene una extraña planta rectangular y sorprendentemente delgada. La fachada norte del mismo se dejó como estaba en época medieval. Un enorme muro sin ventas en los pisos bajos.
Sin embargo, la fachada sur, tiene más un aspecto de palacio que de castillo, más grácil y elegante, perdiendo su aspecto defensivo, con más ventanas y solo dos torreoncillos laterales como vestigio de lo que antes fue un castillo.
En el interior lo más destacable, según leímos, es una monumental chimenea con decoración de elementos griegos y romanos, que nosotros no pudimos ver al estar ya el castillo cerrado, pues este permanece abierto a las visitas hasta las 18:00 h.
Repartidos por las calles de Gordes, se encontraba una exposición al aire libre de grandes fotografías colgadas en las fachadas de muchos edificios, en las que jugando con la perspectiva se ofrecen imágenes muy curiosas y divertidas.
Sin más dilación, continuamos la ruta hacia Roussillon, otro de los considerados pueblos más bellos de Francia (Les plus beaux villages de la France). En este caso, su belleza radica en su singularidad caracterizada por el color ocre, anaranjado, de las fachadas de sus edificios. La razón de este peculiar color radica en el yacimiento de ocre que hay en su localización. Considerado uno de los más importantes del mundo.
Antes que nada, nos encaminamos al Sendero de los Ocres de Roussillon, un espectacular paisaje mineral que ya se puede empezar a contemplar desde un acantilado junto al pueblo. Hay dos senderos uno corto de una media hora y otro largo de una hora. El horario de visitas es todos los días de 9:00 a 19:30, costando 2,50 € la entrada. Como eran ya casi las 19:00 decidimos hacer el recorrido corto.
El contraste entre el color ocre de la tierra con el verde de los arboles, y los reflejos del sor al atardecer es de una belleza espectacular. Los reflejos de sol provocan unos preciosos juegos de sombras y luces con colores ocres, naranjas o amarillos que ofrecen un espacio irreal y único, una especie de mini Cañón del Colorado provenzal.
Sin duda este sendero es otra sorpresa más que nos regala esta región de la Provenza que apenas estábamos comenzando a descubrir.
Después de recorrer el Sendero de los Ocres, nos dirigimos hasta el pueblo de Roussillon. El pueblo es único y precioso. Nos deja sorprendidos la paleta de colores que se nos muestra en sus casas. Las múltiples combinaciones de óxidos ofrecen infinitud de tonalidades, ocres, naranjas, rojizas…
En la plaza del Ayuntamiento podemos apreciar bellas casas del siglo XVIII. Es un animada plaza con varios cafés y restaurantes, y que en el momento en que llegamos se amenizaba con una actuación musical.
Seguimos caminando un rato más por este singular pueblo, admirando la estructura de sus calles, rincones y edificios. Fachadas de color ocre simples, contrastando con el color y forma de puertas y ventanas, conformando un conjunto de una belleza excepcional.
Roussillon ha sido sin duda el colofón perfecto para este nuestro primer día recorriendo el interior de la Provenza.
A continuación nos dirigimos hacia el destino final del día, Sault. A casi 40 kms de Roussillon. En este pueblo pernoctaremos los dos próximos días, utilizándolo como campo base para la exploración del la Haute Provence.
No alojamos en el coqueto Hotel Belvue, junto la plaza de la Promenade. El precio de la habitación doble es 69,20 € la noche. Desde la habitación podemos ver una hermosa vista, sobre los tejados, de los campos de la Provenza con el Mont Ventoux, el pico más alto de la región, al fondo. La recepción del Hotel se encuentra en el cercano restaurante O Pichoun, donde nos dieron las llaves de la habitación y donde sirven los desayunos del Hotel.
Lo primero que hicimos nada más llegar es descansar, que el día había sido largo. Después decidimos salir a cenar algo, pero la verdad es que el gran desayuno de Uzés unido al tardío almuerzo-merienda en Gordes, hizo que no tuviéramos muchas ganas de cenar. Para colmo los restaurantes estaban ya cerrado o a punto de cerrar, con lo que únicamente tomamos unos helados, muy ricos esos si, y nos fuimos al hotel a dormir.