RUTA DEL DÍA:
Friburgo – Lago Mummelsee: 104 kms.
Lago Mummelsee – Sasbachwalden: 12,5 kms.
Sasbachwalden – Freudenstadt: 44,3 kms.
Freudenstadt – Friburgo: 116 kms. TOTAL: 276,8 KMS.
En nuestro segundo día de recorridos por la Selva Negra empezamos visitando el Lago Mummelsee, que se encuentra algo menos de hora y media de Friburgo en coche. Para ello hay que recorrer la carretera B500, conocida como la Schwarzwaldhochstrasse, la Carretera de la Alta Selva Negra, considerada como una de las más bellas carreteras de Alemania, con impresionantes vistas sobre el Valle del Rhin y los Vosgos.
El Lago Mummelsee se encuentra a 1.029 metros, justo a los pies de la montaña más alta de la Selva Negra, el monte Hornisgrinde. Este lago es uno de los pocos de origen glaciar que se conservan desde la Edad de Hielo. De forma prácticamente circular tiene 240 metros de longitud y una anchura máxima de 193 metros. De profundidad tiene unos 17 metros.
La verdad es que no es muy grande. Se tarda apenas media hora en darle la vuelta al lago. Está prohibido el baño, pero si se pueden dar paseos en barca y patines. Es un sitio muy apreciado por los alemanes, y por ello hay mucho turismo.
Todo el sendero se hace entre los abetos oscuros que dan nombre a la Selva Negra. Según cuentan las leyendas alemanas, el lago está habitado por un rey y por las Nixes (espíritus de agua) que se aparecen a los humanos en formas de seres bellos capaces de enamorar a todo el que se cruce por su camino.
Se encuentran por el camino curiosas tallas en madera, que de dioses y geniecillos, así como una estatuas de una Nixe o espíritu del agua de bronce en una roca en el lago. Tras rodear el lago, entramos en una tienda de productos de la Selva Negra y compramos unos tarros de miel, que dicen que es muy buena por aquí.
A la salida de esta gran tienda, hay un restaurante con una espléndida barbacoa, que estaba siendo preparada, para servir carnes a la brasa. Sitio perfecto para almorzar, sin duda.
Pero era temprano aun para comer. Así que tras rodear el lago, nos encaminamos hacia el ascenso a la cima del Hornisgrinde, como dije antes la montaña más alta de la Selva Negra con 1.164 metros. La subida es suave y tranquila. Conforme se va subiendo podemos admirarnos de las vistas que se ven desde aquí de la Selva Negra. Un espectáculo de colinas con bosques de negros y grises degradados en el infinito horizonte.
Hay que decir que aquí no hay tanta sombra como en los alrededores del lago y el sol aprieta bastante. La caminata termina en la Torre Panorámica del Hornisgrinde, de 30 metros de altura, situada en la cima de la montaña.
Desde allí arriba se observa la zona pantanosa del Grindenfpad. Sorprende ver esta llanura sin arboles, después de varios días viendo espesos bosques. Aquí nos encontramos un manto aterciopelado de color marrón. Se trata de un paisaje de turba y flora endémica. El origen de este paisaje está en la acción del hombre.
Hace muchos años se fueron talando los abetos para crear una zona de pastoreo y cultivo, pero en cierto momento fue abandonada. La turba hizo su acto de presencia aprovechando la tierra cultivada y la gran pluviometría que rellena constantemente los acuíferos hace el resto, teniendo una combinación perfecta que da sus frutos en esta singular vegetación.
Éste es el paisaje que rodea a la torre panorámica, pero elevando la vista lo que vemos es la Selva Negra en todo su esplendor.
Para el descenso tomamos otro sendero de 2,5 kms, que se alcanza después de caminar un rato por los senderos habilitados en el Grindenfpad.
Así volvemos a entrar en la espesura del bosque, a lo lejos vemos las montañas de la Selva Negra en incluso se atisba una estación de esquí a lo lejos. El sendero termina el la capilla del Mummelsee, la Kapelle am Mummelsee, dedicada al arcángel San Miguel. La primera capilla se levantó en 1937, a petición de los huéspedes del Hotel Mummelsee. Hasta ese momento se celebraba la misa todos los domingos en uno de los salones del Hotel.
Poco a poco, esta advocación fue ganando adeptos sobre todo en la época en la que el nacionalsocialismo iba tomando cada vez más poder. Tras la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción de Alemania, la Selva negra fue creciendo como destino turístico y se hizo necesario construir una iglesia mayor. Asi en 1970/71 se llevó a cabo el proyecto para la iglesia actual a cargo del arquitecto Franz Fuchs de Ottenhöfen. Para la construcción el arquitecto se inspiró en las casas de la Selva Negra con el techo bajo. La esbelta torre puntiaguda, trata de recordar a un abeto de la región. En el interior la capilla brilla como una linterna, gracias a las vidrieras de Emil Wachter.
Tras pasar la capilla, llegamos otra vez a las orillas del Lago Mummelsee. Y sin más dilación nos dirigimos al restaurante de la barbacoa para comer, unas ricas piezas del asado que estaba al fuego con cerveza y ensalada.
Después del almuerzo, dejamos definitivamente Mummelsee y nos dirigimos hacia el que dicen que es el pueblo más bonito de Alemania, según decidieron los alemanes en una votación popular. Se trata de Sasbachwalden. Se encuentra cerca del lago a unos 13 kms., con lo que llegamos rápidamente, atravesando unas carreteras con la imagen boscosa típica de la Selva Negra.
La carretera va descendiendo entre curvas y de repente, cambia el paisaje, vemos unos viñedos y aparece este precioso pueblo. Rodeado de viñedos este pueblo con sus casas con entramados de madera perfectamente cuidadas, los balcones con flores, plazas y jardines perfectamente cuidados, es cautivador.
Se ve que sus habitantes se han esforzado en mantener el pueblo perfectamente cuidado en todos sus aspectos. Nos encontramos una preciosa confitería donde decidimos probar de nuevo una Tarta Selva Negra, acompañada de un rico te.
La verdad es que esta tarta estaba mucho más rica que la que tomamos ayer el Triberg. Después de la deliciosa merienda continuamos el paseo por el pueblo. Hay que fijarse en cada una de las casas del mismo. Los detalles de sus jardines, el colorido que le dan las flores, todo es encantador.
Un pueblo en definitiva por el que hay que felicitar a sus ciudadanos y darles la mano como en la simpática escultura que vimos en una placita. No se que significa, supongo que algo referido a los tratos mercantiles, pero yo me permito darle esa interpretación. Otras esculturas y detalles nos encontramos a cada paso, como el burrito leñero o una brujita que se asoma a una ventana.
Todavía nos tenia preparada una gran sorpresa este pueblo, en un recodo de una de las casas, encontramos algo que nos sorprendió una barbaridad, «La Fuente de los Licores», en alemán Schnapsbrunnen. Esto es un pilón con agua corriente donde hay unas botellas con distintos licores de la zona. Junto al pilón una cesta con pequeñas jarritas de cristal y una bandeja para servirlos. La cosa consiste en que si lo deseas puedes probar los distintos licores (de cereza, de manzana, de canela …) que se mantienen frescos en la botella al estar metidos en el pilón.
Hay además unos barriles donde puedes apoyarte mientras degustas los distintos licores. Y lo más sorprendente, una pequeña hucha con un letrero que nos dice que cada copa cuesta 0’80 €, y nos agradecen que introduzcamos en dinero de la consumición en la hucha. También indican la dirección de la casa donde se pueden adquirir botellas de estos licores.
Es genial. No habíamos visto nunca algo así. El caso es que probamos los licores, todos deliciosos, y pagamos religiosamente, como no podía ser de otro modo.
Después de la degustación dejamos ya este delicioso pueblo que no nos extraña nada que los consideren el pueblo más bonito. Su belleza indudablemente, no está en el entorno, que lo tiene. No está en sus casas, que lo son. No está en el cuidado de sus jardines, que lo están. Está en todo ello, en el detalle de la fuente de los licores, en sus casas sin vallas o cercados, en sus macetones de flores de mil colores, la deliciosa Tarta Selva Negra, en definitiva el cuidado de todos los detalles, que sin dudan diferencian esta población por encima de cualquier otra.
Con un floreado «Auf wiedersehen», «hasta la vista», nos despide esta población. Nos detenemos un momento en uno de sus cuidados viñedos, cuajados de uvas, para hacer las ultimas fotos y continuamos nuestro camino, henchidos de felicidad, por haber tenido la suerte de conocer tan bello lugar..
El listón estaba puesto muy alto para este día, pero teníamos que seguir. Y el próximo destino es la conocida como «ciudad de la alegría», Freudenstadt. Esta ciudad, que fue completamente devastada durante la Segunda Guerra Mundial, fue fundada por el duque Federico I de Wurtemberg en 1599. Su diseño fue encargado al arquitecto Heinrich Schickhardt, que estudió urbanismo en Bolonia y Roma, trasladando a Freudenstadt la típica estructura urbana del siglo XVI italiano.
Hoy en día es unos de los mas importantes destinos turísticos para los alemanes, debido a sus balnearios, la naturaleza que la rodea y estaciones curativas como la de Kneipp.
Freudenstadt, tiene la mayor plaza del mercado de Alemania. Su Marktplatz tiene casi cinco hectáreas de extensión. Es una plaza casi cuadrada de 219×216 metros de lado. Dos carreteras nacionales la cruzan por el centro, lo que divide la plaza en dos partes, la Alta y la Baja. En el centro de la plaza se encuentra el Stadthus o Casa de la Ciudad, un museo que explica la historia de esta ciudad.
La plaza esta rodeada de casas de estilo italiano con bellos soportales. Esa uniformidad se rompe en las esquinas con unos edificios singulares.
Así en una esquina sur vemos la curiosa iglesia evangelista, la Stadtkirche. En estilo gótico-renacentista, fue construida entre 1601 y 1608. Destaca por su planta esquinada, algo muy poco común de ver, con dos torres simétricas una en cada brazo de la iglesia.
En el angulo diagonalmente opuesto se encuentra el Ayuntamiento de la ciudad, Stadtverwaltung. El actual edificio se inauguró el día 26 de junio de 1954, fecha en la que se dió por terminada definitivamente la reconstrucción de la ciudad tras la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. El director de la restauración Ludwig Schweizer, trató de reconstruirlo tal cual estaba antes de la guerra. Su torre mide 43 metros y se puede subir para tener una bella vista de toda la plaza.
El centro de la plaza esta salpicado de parterres de flores y fuentes de diversos estilos. Así en la parte Baja hay cincuenta surtidores que refrescan el ambiente en los días cálidos del verano, rodeados de zonas ajardinadas.
En la parte Alta, en el rincón que se conoce como la Roseneck, o esquina de las rosas, hay una curiosa fuente con originales esculturas de metal, que se conoce como la Fuente de la Selva Negra, realizada en 1992. Estas esculturas tratan de recrear la fauna de la zona.
Junto a esta fuente hay varios establecimientos de restauración y como ya eran cerca de las 9 de la noche, escogimos una pizzería para cenar, antes del regreso a Friburgo.
Después de la cena, y ya de regreso hasta el coche, encontramos otro edificio interesante, que es una gran cervecería llamada Brauhaus am Markt. Un establecimiento que fabrica su propia cerveza. Estaba cerrada en este día, pero hubiera sido un buen sitio para cenar.
Hay más cosas que ver en Freudenstadt como la colina de Kienberg, donde se encuentran los balnearios del Doctor Kneipp, el Parque de la Ciudadela o el Parque Courbevoie. Desgraciadamente no pudimos ver estos lugares, porque ya se nos hizo demasiado tarde. Pero aquí los menciono, por si alguien que venga por aquí tiene tiempo para visitarlos.
Nosotros ya nos pusimos en camino de vuelta hasta Friburgo, que se encuentra a 116 kms, algo más de una hora de esta interesante ciudad.