Y llegó el primer día completo en Alemania. Después de desayunar aceptablemente en la cafetería del Hostel al precio de 5,90 €, nos dispusimos a descubrir la capital de estado de Baviera: Munich. Nos recibió la ciudad con un espléndido día soleado.
Esta ciudad que en alemán se conoce como München, fue fundada en 1158 por el Duque Enrique el León, edificándose en los terrenos de un monasterio, de donde le viene su nombre.
En 1504 se convirtió en la capital del ducado de Baviera. Con la unificación de Alemania en 1871, Baviera pasó a formar parte del Imperio Federal Alemán, aunque mantuvo cierta autonomía administrativa.
En marzo de 1933 los nazis tomaron el poder en Múnich, convirtiéndose en el centro ideológico del nacionalsocialismo de Adolf Hitler. La ciudad fue muy dañada en 1944 por los bombardeos de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
En la actualidad Múnich es una próspera ciudad de algo menos del millón y medio de habitantes, muy industrial y turística.
Tomamos el metro junto al Hostel y nos bajamos en la Marienplatz, el centro neurálgico de la ciudad, donde se encuentran los dos ayuntamientos, el nuevo y el viejo. Como no puede ser de otro modo, el edificio que más llama la atención en el momento en que accedemos a la plaza es el imponente Ayuntamiento Nuevo de Múnich, o Neues Rathaus. Este edificio de recargado estilo neogótico se construyó entre 1867 y 1908.
El edificio tiene una fachada de 100 metros de largo y su torre mide 85 metros de altura. Su construcción se hizo precisa, dada la creciente necesidad de aumentar el espacio de gobierno de la ciudad en el siglo XIX. Para ello, fue necesario expropiar y demoler decenas de edificios para colocar el Nuevo Ayuntamiento en el centro de la Marienplatz.
Uno de los mayores reclamos de la ciudad es el reloj de carillón que se aprecia en la torre del edificio. Este reloj todos los días a las 11:00, 12:00 y 17:00 atrae la atención de todos los visitantes, cuando las figuras de tamaño real que lo componen se mueven al son de la «Danza de Cooper» que conmemora el acto que tuvo lugar en 1517 para celebrar el fin de la epidemia de peste, que en esa época asoló la ciudad.
Nosotros tuvimos la oportunidad de ver la actuación a las 11:00 h. Y bueno, es simpática la cosa, como podéis ver en el siguiente video.
Situándonos frente al Ayuntamiento Nuevo y a su izquierda, se encuentra el edificio del Ayuntamiento Viejo o Altes Rathaus, que tiene más de 500 años. Este edificio, con aspecto de castillo de cuento de hadas se construyó inicialmente entre 1470 y 1480, siendo remodelado en numerosas ocasiones. Aunque el exterior muestra un aspecto sencillo, su interior conserva su aspecto medieval, destacando su techo de madera con vigas decorativas y estrellas doradas.
La torre del edificio mide 55 metros y en su interior se alberga el Museo de los Juguetes, que ilustra la historia de los juguetes desde el siglo XIX.
Otros dos elementos reseñables de la plaza son la Columna de Santa Maria, Mariensäule, erigida en 1638 para celebrar el fin de la invasión sueca. La gran columna está coronada por una estatua de la Virgen María rodeada por cuatro angelitos que simbolizan las victorias frente a la guerra, la peste, la herejía y el hambre.
El otro elemento a destacar es la fuente Fischbrunnen, diseñada en 1864 y reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial. Esta fuente es uno de los puntos de encuentro más populares de la ciudad.
Después de ver el show del reloj nos encaminamos hasta la Residenz, el antiguo Palacio Real. La denominada Residenz, ha sido sede gubernamental y residencial de la familia Wittelsbach entre los siglos XVI y XX. Su origen se remonta a 1385, erigida inicialmente con el nombre de Neuveste como un castillo ubicado al noreste de la villa medieval. Sería transformada posteriormente y a lo largo de los siglos, hasta convertirse en un magnífico complejo compuesto por 130 habitaciones y diez patios.
En el año 1920 abrió sus puertas el Museo de la Residencia, la cual se vio fuertemente afectada por los bombardeos durante la II Guerra Mundial. La reconstrucción comenzó de forma inmediata, abriendo paulatinamente sus instalaciones a partir de 1958, si bien el proceso de restauración y reapertura del museo se demoró prácticamente hasta 1980.
Le entrada a este enorme museo se encuentra en la Max-Joseph-Platz, una bella plaza donde además del propio edificio de la Residencia, se encuentran el Teatro Nacional de Baviera, Nationaltheater, de estilo neoclásico, construido en 1825, y el Palacio Toerring-Jettenbach con su bella arcada barroca, en cuyo interior se encuentran las oficinas centrales de correos (Hauptpost).
El precio de la entrada a la Residencia es de 7,00 € o 13,00 € incluyendo la visita además el Tesoro y el Teatro Cuvilliés. Junto a la entrada te entregan un audioguía, imprescindible para entender mejor el museo que vamos a visitar. Hay que advertir que para visitar el complejo es necesario entre dos y cuatro horas, si unimos la visita al Tesoro y el Teatro Cuvilliés hay que añadir otras dos horas más.
Nosotros entramos al edificio sobre las 12:30 h. Luego salimos a almorzar y volvimos para ver el resto del edificio, con lo que nos llevamos allí casi todo el día. Realmente a nosotros nos encantó la visita. Pero hay que entender que habrá gente a la que tanto arte le pueda cansar. A nosotros no.
Y lo primero que nos encontramos es un precioso patio de grutescos. Esta gruta se construyó hacia 1583 y se completa con estatuas y una fuente cubierta por conchas marinas. Muy bonito.
A continuación pasamos a ver una de las salas más espectaculares del conjunto monumental. Se trata del Antiquarium. Obra de Jacopo Strada y Simon Zwitzel, este espacio renacentista fue concebido para albergar la colección de bustos del duque, Bajo el gobierno de Alberto V (1550-1579).
Se trata de una fabulosa sala renacentista reconocida como la de mayor tamaño localizada al norte de los Alpes. Hay que admirar las distintas pinturas que decoran su impresionante bóveda de cañón.
Es impresionante saber que esta sala fue casi totalmente destruida durante la Guerra Mundial y los maravillosamente bien restaurada que está.
Sería a partir del siglo XVII y durante el gobierno de Maximiliano I (1598-1651) cuando la Residenz ensanchó considerablemente sus dimensiones. Se construyeron los Apartamentos y fachada que dan a la Residenzstrasse, se construyó la capilla de la corte, diversos patios interiores, de la misma forma que se proyectó el jardín del palacio, Hofgarten.
La Capilla de la Corte data de principios del siglo XVII, y está dedicada a la Virgen de la Inmaculada Concepción, patrona de la dinastía Wittelsbach y de Baviera. La gran pintura central del altar mayor de Hans Werl (1600) muestra a la Virgen entronizada en gloria bajo la Trinidad.
A mediados del siglo XVIII dos importantes maestros del Rococó del sur de Alemania, Johann Baptist y Franz Zimmermann, crearon los dos altares laterales al lado del coro.
La entrada para visitar la Residencia, vale para todo el día, lo que es una gran ventaja pues permite tomarse un descanso para, por ejemplo, almorzar. Así que eso es lo que hicimos, para descansar un poco y tomar fuerzas para continuar nuestra visita. Comimos en un local de comida rápida cerca de la Residencia y luego regresamos al museo.
A finales del XVII y, especialmente, durante el siglo XVIII diferentes maestros del Barroco intervinieron en diferentes reformas y ampliaciones. Es el caso de Henrico Zucalli, Joseph Effner o François Cuvilliés, autor del delicado teatro rococó del palacio (1751-1755) que hoy lleva su nombre, otra de las joyas de la casa.
Asi, ahora visitamos las estancias imperiales, creadas bajo el reinado de Maximiliano I. A estas estancias se accede a través de la llamada Escalera Imperial. Son estancias muy ostentosas al más puro estilo de Versallesco.
Sobre todo hay que destacar los dormitorios y el Salón Imperial, la habitación más importante de la Residencia.
Otra pequeña joya de estas estancias es la Reiche Kapelle, o Rica Capilla. Consagrada en 1607 fue el lugar de culto privado de Maximiliano I. Aquí el duque guardaba numerosas reliquias de santos. La Capilla esta decorada con particular magnificencia utilizando mármol de colores y relieves dorados. Las paredes están forradas con paneles de escayola, incrustaciones con vistas panorámicas y ornamentación floral creada artísticamente de mármol de estuco multicolor, que con su reluciente superficie pulida luce como un mármol real.
Ciertamente la visita de esta impresionante capilla ya merece la visita a la Residencia.
Continuamos la visita viendo el Tesoro de los Wittelsbach. Esto es una enorme exhibición de joyas, obra de orfebrería, esmaltes, objetos de cristal y porcelana que son el resultado de siglos ávidos de coleccionismo llevados a cabo por los gobernantes de Baviera.
La colección la empezó en 1565 el duque Alberto V, siendo continuada por sus predecesores, alcanzando su máxima extensión en el siglo XIX.
Finalmente, visitamos Teatro Cuvilliés, construido entre 1751-55, por el arquitecto francés François Cuvilliés, de ahí su nombre. El teatro quedó destruido durante la Segunda Guerra Mundial, aunque afortunadamente en 1943 por precaución fueron retirados los tallados de madera y otros accesorios más valiosos del mismo.
Posteriormente el teatro se reconstruyó devolviéndosele el esplendor que tenia en el siglo XVIII. Se perdieron las pinturas originales del techo, pero aun así el teatro maravilla por su decoración rococó.
Con la vista de este teatro terminamos la visita a este esplendido complejo museístico que el la Residencia de Múnich. Un lugar imprescindible de esta ciudad y que es obligatorio visitar. Vale la pena indudablemente.
Abandonamos el palacio atravesando el patio renacentista de la Fuente de los Wittelsbach, buscando la salida por la Odeonplatz, donde entre otros bellos edificios podemos destacar el Feldherrnhalle, símbolo del honor del ejército bávaro. Esta imponente construcción diseñada en 1841 es el punto más destacado de la plaza. Su arquitectura y sus esculturas recuerdan a la Loggia dei Lanzi de Florencia.
Pues bien, después de este largo baño de arte, necesitábamos relajación. Y para ello, decidimos que nada mejor que un parque. El parque más importante de Múnich, el Englischer Garten o Jardín inglés. Diseñado en 1789 y con mas de 400 hectáreas de extensión es uno de los parques urbanos más grandes del mundo. Este parque no se encuentra muy lejos de la Odeonplatz, pudiéndose ir fácilmente caminando.
Como el día que hacía en Múnich era esplendido, había mucha gente en el parque, paseando, tomando el sol o incluso bañándose en el lago. Nosotros no nos bañamos por fuera pero si lo hicimos por dentro, tomando unas buenas cervezas bávaras en un Biergarten. Esto es lo que en España llamaríamos una terraza de verano. Donde un pequeño kiosko sirve cervezas y otras bebidas así como también comidas que se pueden tomar sentados en una mesas de madera mientras se toma el fresco.
Después del refrigerio, pues hacía bastante calor, para las latitudes en las que estábamos, continuamos relajadamente paseando por este bello parque, un autentico bosque a modo de pulmón verde y remanso de paz, en el centro de la ciudad.
Y así paseando fue cayendo la tarde y llegó la hora de buscar un sitio para cenar. Encontramos junto a la emblemática Pagoda China que hay en medio del parque otro enorme Biergarten. Aquí había varios puestos de comidas de diferente tipo, donde elegir de todo (pizzas, salchichas, codillo, … ).
Nosotros nos decantamos por el típico codillo asado y un muslo de pollo frito con patatas y por supuesto la jarra de cerveza que no falte.
Cuando terminamos de cenar ya era casi de noche y decidimos regresar al Hotel. El día había sido intensamente cultural y merecíamos descansar para continuar conociendo Múnich al día siguiente.