RUTA DEL DIA: Seydisfjördur – Rjukandi: 75,7 kms. Rjukandi – Dettifoss: 111 kms. Dettifoss – Hverir: 63,1 kms. Hverir – Námaskard: 2,1 kms. Námaskard – Myvatn Nature Bath: 2,1 kms. Myvatn Nature Bath – Husavik: 79,6 kms. TOTAL: 333,6 KMS.
Nos amaneció un día bastante nublado y con una densa capa de niebla cubriendo las montañas colindantes. Desayunamos y nos pusimos en camino hacia el norte de Islandia.
Nos topamos en la carretera con una niebla que no permitía ver más allá de unos metros delante de nuestro coche. Con la niebla más densa conforme íbamos ascendiendo. Afortunadamente, una vez coronado el puerto, con el descenso la niebla se fue disipando, quedando un espléndido día soleado.
La primera parada fue una de las pocas cascadas que se pueden ver desde la carretera 1. Estamos en la región oriental en el valle de Lower Jökuldalur, donde muchas cascadas en el camino corren por las laderas. Una de ellas es Rjukandi. Es una hermosa cascada al pie de la carretera. Como llevamos más de una hora de recorrido, bien se merece una pequeña parada.
Después continuamos el recorrido hacia el norte de Islandia. Nos dirigimos a la cascada de Dettifoss. El paisaje de este territorio es sobrecogedor. La carretera se extiende en medio de la absoluta nada. Un paisaje lunar, completamente árido. Paramos unos instantes en un mirador donde vimos algunos coches aparcados para admirar esta profunda desolación. Las erupciones volcánicas del pasado han terminado con cualquier tipo de vida en esta región.
Seguimos hasta Dettifoss. Nos encontramos primero con un desvío hacia esta cascada en la carretera 864. Pero es recomendable dejarlo pasar, pues ésta carretera está en muy mal estado. Es mejor seguir un par de kilómetros más y tomar el desvió de la 862, que fue reparada y hoy presenta tan buen firme como la Ring Road, al menos hasta el giro de acceso a la cascada. Son 20 kms. La parte siguiente es una carretera tipo F, solo abordable con vehículos 4×4.
Se deja el coche en el parking habilitado, y despues de un camino, bien señalizado, de unos quince minutos por un paisaje árido y rocoso llegamos a la Cascada Dettifoss. Conforme te vas a cercando empiezas a oír el estruendo de la cascada y ves la nube de agua que salpica el entorno. La vista es brutal. Cerca de doscientos mil litros de agua cayendo por segundo a lo largo de 100 metros de ancho, teñidos de marrón por los sedimentos que arrastra y precipitándose desde una altura de 45 metros, con tal violencia que todo lo que queda alrededor carece de importancia. El estruendo de la caída de agua es ensordecedor.
Dependiendo de la dirección del viento, el efecto spray de la caida de agua puede llegar a darnos una ducha, cosa que no ocurrió porque soplaba hacia la otra dirección, lo que si pudimos ver es un precioso arcoiris sobre la cascada.
Girando a la izquierda a unos 700 metros se encuentra otra cascada, la Selfoss. No tan brutal, mas estilizada, rodeada por columnas de basalto y pequeñas orillas de rocas negras en su parte izquierda.
Regresamos desde la cascada Selfoss al aparcamiento a través de otro pedregoso sendero y junto al aparcamiento almorzamos en unas mesas habilitadas para ello, antes de continuar la ruta.
Tenemos que conducir algo más de una hora hasta las zona de Hveraröndor Hverir, otro lugar increíble de Islandia. En un claro ejemplo de la enorme actividad geotérmica de Islandia, Hverir es una concentración de manantiales sulfurosos, fumarolas y piscinas de barro. Se encuentra cerca del lago Myvatn y a poca distancia del volcán Krafla, en el paso de Námaskard.
Podemos ver un paisaje lunar de tonos ocres, rojizos y grises plagado de columnas de humo y agujeros ardiendo por donde borbotea el lodo a muy alta temperatura. No podemos evitar caminar por entre estos pozos con temor a pisar en donde no se debe. La emisión constante de gases ha hecho el suelo completamente estéril y ácido, no apto para mantener a las distintas floras y faunas que habitan Islandia. Y todo ello rodeado de un fortísimo olor a azufre o huevo podrido.
Domina este fantasmagórico lugar la colina de Námaskard a la que es posible ascender por un sendero marcado.
También podemos ver un ejemplo del aprovechamiento de esta actividad geotérmica. Durante siglos, los habitantes de Islandia han utilizado sus aguas termales para bañarse y lavar ropa. El primer uso de la energía geotérmica para calefacción llegó en 1907, cuando un granjero usó un tubo de hormigón desde un manantial caliente que llevó vapor hasta su casa.
El desarrollo de esta industria, junto a la hidroeléctrica, ha permitido que Islandia sea un país que se puede abastecer casi en un 80% de energías renovables, lo que supone una gran independencia energética.
Bueno, pues después de emociones tan fuertes llegó el momento de buscar relajación. Para ello nos vamos hasta el Lago Myvatn, el cuarto más grande del país, que significa en islandés el «Lago de las Moscas Enanas». Se debe su nombre a la gran cantidad de moscas de este tipo que suele haber por aquí en algunas épocas del año. No pican pero son bastante molestas. En el día que estuvimos no se veían muchas, afortunadamente. Este lago es un área muy apreciada tanto por vulcanólogos como por ornitólogos al ser cruce de paso de numerosas aves migratorias. Cerca de aquí se encuentra el volcán Askja, que ha tenido 9 erupciones en los últimos 32 años.
En el lago Myvatn se encuentran unos magníficos baños termales, no tan masificados como la Blue Lagoon, cerca de Reikjavik, y más baratos. Son los Myvatn Nature Bath.
Las aguas brotan en la zona a 130º de temperatura. Los islandeses construyeron una especie de embalse que hoy se ha convertido en una piscina con usos terapéuticos y lúdicos. Las aguas son alcalinas y contienen una gran cantidad de minerales beneficiosos para la piel. Su composición química impide que las algas, bacterias u hongos se implanten en las piscinas por lo que siempre sus aguas están limpias y calientes: temperatura media 36-40º. Los baños termales de Myvatn poseen también saunas y un restaurante donde comer. El precio, nada barato, aunque esto es normal en Islandia, un país muy caro. Cuesta 37,50 € por persona.
El proceder es el siguiente: Cuando pagas tu entrada, te dan una pulsera con una llave para la taquilla donde guardar tus pertenencias. No olvidar quitarse cadenas, pulseras o anillos de plata, etc. pues con el agua sulfurosa se pondrán negros. Después pasas a los vestuarios donde tienes que desnudarte y tomar una ducha completa, haciendo especial hincapié en los pies y partes íntimas. Después te pones el bañador y ya puedes entrar en la zona de piscinas y saunas. Las piscinas naturales son de agua caliente y hay chorros a diferentes temperaturas.
Fue todo un gustazo bañarnos en esas aguas tan calentitas. Y tiene que ser toda una experiencia hacerlo en invierno con todo el exterior nevado. Y ya si ves una aurora boreal … Sin palabras.
Llegó el momento de dejar estos preciosos baños y encaminarnos a Husavik, el pueblo donde pernoctaríamos esta noche. Serian las 19:00 h de la tarde y nos quedaban 80 kms. para llegar. El navegador nos dirigió por la carretera 87, un trayecto más corto que por la Ring Road. Sin embargo, esta carretera está en un estado pésimo, de grava, con numerosos cambios de rasante y el molestísimo sol de frente que nos impedía tener una aceptable visibilidad. Así que después de recorrer unos pocos kilómetros, decidimos dar media vuelta y tomar la Ring Road.
Llegamos a Húsavik con el tiempo justo de dirigirnos a las casetas de las compañías que realizan los cruceros de avistamiento de ballenas, principal atracción turística del lugar. Queríamos reservar una excursión de estas para ver ballenas. El precio carísimo de 77 € por persona para una excursión de unas tres horas. Pero es lo que hay, así que reservamos para al día siguiente a las 8:45 de la mañana.
Después y tras hacer una foto de la bonita iglesia de madera de Húsavik, nos encaminamos hasta el camping, Húsavik Camping Ground, que se encuentra junto al campo de fútbol de la localidad. El precio 22,34 € la noche. Un camping también muy básico, donde cenamos y después nos fuimos a dormir.
Otro maravilloso e inolvidable día que terminaba. Un país que cada vez va enamorándonos más.