Día 14º: 15 Ago: Riga – Turaida – Sigulda – Cêsis – Tallinn

RUTA DEL DIA:

Riga – Turaida: 57 kms

Turaida – Sigulda: 6,1 kms

Sigulda – Cêsis: 37,6 kms

Cêsis – Tallinn: 289 kms TOTAL: 389,7 kms

Abandonamos Riga para regresar a Tallinn. Pero en el camino ibamos a visitar unos castillos letones cargados de historia.

El primero de ellos fue el Castillo de Turaida. Situado en el Parque Nacional del Gauja. Pertenece a la pequeña ciudad de Sigulda. Fue construido en 1214 por la Orden de la Espada y sirvió de residencia al arzobispo de Riga. En 1776 quedó en ruinas tras un grave incendio, y tras dos siglos de abandono, en 1970 comenzaron las labores de reconstrucción que han logrado devolverle en parte el esplendor perdido con el paso de los años.

Para visitarlo se accede a la Reserva Museo de Turaida. Se trata de un complejo en el que podemos visitar varias casas de madera en las que veremos reconstrucciones de casas de la época, talleres de artesanía y diversas exposiciones en las que se cuenta la historia del castillo y de sus reconstrucciones, así como la relación entre el clero y la orden de caballería. La entrada, con el aparcamiento cuesta unos 3 euros.
Sin lugar a dudas, el castillo es la piedra angular del complejo y su mayor atractivo.

Desde la entrada de la Reserva Museo hasta llegar al Castillo hay un bonito y bien cuidado parque con esculturas que componen un museo al aire libre. También hay una iglesia de madera que visitaremos después. Del mismo modo, una bonita casa de madera hace de centro de interpretación del parque.

El castillo mantiene varias estancias donde se pueden ver lugares como los aposentos del arzobispo, la cocina o las mazmorras. Hay otras estancias donde se exponen vestimentas, armas, joyas y monedas de sus antiguos moradores, así como maquetas del castillo desde sus orígenes hasta la actualidad.

Es muy bonito y está muy bien reconstruido el patio de armas del Castillo, destacando el color rojizo de los ladrillos que se utilizaron para la construcción del Castillo.

Lógicamente, el elemento más emblemático del Castillo de Turaida es su esbelta torre cilíndrica, a la que se puede subir y admirar unas preciosas vistas de todo el Valle del Gauja, con sus espesos bosques.

A parte de los bosques del Gauja, se puede ver desde arriba la estructura que forma el Castillo.

Los otros dos puntos importantes de las visita a esta Reserva Museo son la iglesia de madera construida en 1750, una de las más antiguas del pais.

Y junto a la iglesia está la la lápida de Maija, conocida como la Rosa de Turaida y protagonista de una trágica historia de amor entre una niña huérfana y el jardinero del castillo que se ha convertido en una de las más famosas leyendas Letonas.     

Dejamos la Reserva Museo de Turaida y nos dirigimos hacia Sigulda. En el camino hay que detenerse en la Cueva de Gutmana, el lugar en el que se ambienta la leyenda de la Rosa de Turaida.  

Según cuenta esta leyenda, a principios del siglo XVII una pequeña niña fue encontrada por el secretario del castillo en brazos de su madre muerta cerca del castillo de Turaida tras una cruel batalla entre suecos y polacos.               
El secretario la hizo pasar por su propia hija y le puso el nombre de Maija. Con el paso de los años, la belleza de Maija fue en aumento, llegando a ser conocida como La Rosa de Turaida.     
Ella se enamoró de Víctor, el Jardinero en el castillo de Sigulda, y quedaban a menudo en una cueva situada a medio camino de ambos castillos para dar rienda suelta a sus pasiones amatorias.

En 1620 Víctor y Maija se comprometen, y un día ella recibe una carta de Víctor pidiéndole que vaya hasta la cueva. Cuando Maija llega comprueba que no es Víctor quién la espera, sino un soldado polaco que trata de violarla.      
Para evitarlo, Maija le promete que si la deja ir le entregará un pañuelo mágico que tiene el poder de hacer inmune a cualquier tipo de daño a su portador. Para convencerlo, le propone que pruebe con ella misma.     
El soldado la golpea con un hacha y la mata, pero Maija logra conservar su honor. Víctor enterró a su prometida en los jardines del castillo de Turaida, plantó un tilo sobre su tumba y abandonó el país para siempre.

Desde entonces, los recién casados acuden a la tumba de ​​la Rosa de Turaida para dejar flores con la esperanza de conseguir el mismo amor eterno y devoción que Víctor y Maija, mientras que en la cueva, las parejas de enamorados acuden a prometerse fidelidad y a grabar sus nombres en la roca.

Continuamos el camino hasta Sigulda. Allí almorzamos en un bonito y elegante restaurante antes de dirigirnos a visitar uno de los dos Castillos de Sigulda.


Hay dos castillos de Sigulda, uno es el castillo medieval, construido en 1207 por la Orden de la Espada, del que se conservan las ruinas y el otro es el castillo nuevo construido en 1878 como residencia de la familia Kropotkin.  Solo visitamos el castillo medieval, del que apenas queda un lienzo de muralla y una torre.

También está la opción de visitar el Castillo de Krimulda, tomando un teleférico, pero tampoco lo visitamos por cuestión de tiempo, pues el camino a Tallinn es muy largo y nos quedan todavía muchos kilómetros que recorrer.

Donde si paramos es en Cêsis. Esta ciudad es el origen de Letonia. No se puede concebir la una sin la otra. Los bosques milenarios del Valle del Gauja constituyen la raíz de la nación letona. Allí la Edad Media nos trae la sede de una Orden de Caballeros, los Hermanos Livonios de la Espada, que constituían el brazo templario y cruzado en las lejanas tierras bálticas.

Por las estancias de un imponente castillo fueron pasando los Maestres de la Orden desde el año 1209 hasta 1561. A imagen y semejanza de las fortificaciones que los Cruzados habían ido levantando en Tierra Santa para luchar y protegerse del infiel, el Castillo de Cēsis fue durante siglos la armadura más poderosa de Livonia. Eso lo sabían sus enemigos, por lo que en siglos posteriores fue rendido a batallas contra los suecos primero y los rusos después en la Gran Guerra del Norte (primer tercio del S. XVIII) por la supremacía del territorio bañado por el Mar Báltico.

El declive irremediable de un castillo casi en ruinas se detuvo cuando el Conde Carl Sievers pasó a ser su dueño, levantando incluso uno nuevo sobre los antiguos establos. Hoy en día permanece en pie el esqueleto de piedra roído de la Orden de Livonia, un castillo de aspecto misterioso que tiene dependencias a las que se accede con un farol, dada la oscuridad que hay en su interior.

Se ven unas bonitas vistas desde sus torres y almenas, del frondoso entorno natural en el que se asienta el castillo.

Junto al Castillo Medieval, se encuentra el Castillo Nuevo, un palacete construido en el siglo XVIII por el Conde Carl Sievers que adquirió el Castillo en 1777.

Desde 1949 el Museo de Historia se ha localizado en el Nuevo Castillo ubicado en los terrenos del antiguo Castillo de Cēsis. El jardín delantero del Nuevo Castillo está rodeado por un granero y un establo, que actualmente albergan el Centro de convenciones del museo. En el Castillo Nuevo se pueden visitar elegantes estancias con mobiliario de época.

La ciudad de Cêsis tiene tambien su atractivo con calles con casas y edificios de madera o la iglesia de San Juan del siglo XIII, pero ya se estaba haciendo demasiado tarde con lo que nos fuimos ya directamente hasta Tallinn.

La estrecha y muy concurrida carretera hizo que llegáramos a la capital de Estonia, pasadas las 21:00 h. cuando habíamos avisado a la propietaria del alojamiento donde nos quedaríamos las próximas dos noches que llegaríamos sobre las 19:00 h.

Nos alojamos estos dos días en un apartamento en una casa de madera (no es la siniestra casa de la foto, que estaba justo enfrente) con varias habitaciones e incluso una sauna, todo para nosotros por 53,00 € la noche que se llama Tina Str Apartament, en la calle Tina Nº 1. Otro excelente alojamiento.

Como llegamos más tarde de lo previsto, la propietaria no estaba en el apartamento, así que tuvimos que llamarla por teléfono y esperar un buen rato a que llegara.

Una vez llegó la señora, que era una taxista de la ciudad nos enseñó el apartamento e hicimos el check-in. Después teníamos que ir hasta el aeropuerto de Tallinn a devolver el coche alquilado. Se lo comentamos a ella y muy amablemente se ofreció a acompañarnos con su Taxi hasta el aeropuerto para luego traernos de vuelta al apartamento, sin cobrarnos por ello.

En un último abuso por nuestra parte y amabilidad por la suya, le preguntamos por un sitio para cenar. Ya era tarde para encontrar un restaurante abierto con lo que nos llevó a un supermercado cercano al apartamento, que estaba a punto de cerrar, para comprar comida para prepararnos una cena en el apartamento.

Ya se despidió de nosotros que después de comprar en el súper, fuimos andando hasta el apartamento que estaba muy cerca de allí.

Así terminó este largo día. Al siguiente visitaremos la última ciudad de nuestro viaje. Tallinn, la ultima parada pero también probablemente la más bella, como ya os describiré en el próximo post.

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